Jana introdujo la llave en la cerradura y después de girarla varias veces, las necesarias, se aseguró de que la puerta estuviera perfectamente cerrada.
Cuando Emilia caminaba por el pasillo de la escuela, sus pasos eran ligeros, alegres y rítmicos; aparentaba tener todo bajo control.
Nunca había añorado ser Reina pero -siendo él príncipe, y ella princesa- era natural que el día llegó en el que se convirtieron en monarcas.
No puedo explicarlo, pero todas las veces que he viajado a Guadalajara por avión, invariablemente me ha sucedido algo sorprendente, inexplicable.
En un rincón de la ciudad, donde las calles resonaban con risas infantiles y el aroma de la comida casera se mezclaba con el canto de los pájaros, se encontraba la casa de doña Elena.
Andrés creció en un pequeño pueblo, donde las tardes se vestían de oro y el viento sabía a tierra húmeda.
La tarde se deslizaba en su monotonía cuando don Eduardo, ya en sus ochenta, decidió limpiar el desván.
Suena fácil la llegada de la hora de dormir, pero es más complejo de lo que uno cree.
A veces, al salir del metro en la mañana, Elisa sentía que el mundo la veía sin parpadear, como si fuera parte de un paisaje que jamás cambiaría.
Suena el despertador. Son las cuatro y media de la mañana. Abro los ojos, me mantengo inmóvil, mis sábanas fraguan para que no pueda salir de ellas pues se envuelven alrededor de todo mi cuerpo, este es un evento que siempre me ha dado curiosidad y ternura a la vez.
El sol brillaba con intensidad y lanzaba destellos cromáticos en los lentes oscuros de Lior, un aire helado salía por las ventilas plásticas del auto viejo, secando las gotas de sudor en su rostro, y alborotando como mangas de viento las envolturas vacías de Bamba que llenaban el portavasos.
Entonces fué cuando sucedió, me agarró del cuello y me besó. Mi anhelo milenario llegó a un fin cuando sentí sus labios posarse sobre los míos en un movimiento de brutalidad.
“No tienes perdón” fueron las palabras que pronunció antes de que me fuera. Sólo eso faltaba, que él presuma ser el juez de mis actos.
Son las 6.30 am escucho las sirenas, para ir al refugio antibombas, no paran de sonar, que está pasando, prendo la televisión y empiezo a ver escenas de casas quemadas en varios kibutz.
Oigo murmullos, no entiendo lo que dicen, –¡Perdió mucha sangre ¡ comencemos ¡–. ¿empezar que?.
Ceremonia de Premiación, el domingo 8 de diciembre de 2024.