Por: Sac Han
Era el verano de 1836, el famoso biólogo inglés John R. Steinfield había pasado 4 meses en el pequeño pueblo de Krikkoshkov ( Криккошков) en el norte de Siberia. La única manera de salir y entrar al pueblo era por el ferrocarril de Krestov (Крестов) que iba de Krikkoshkov a Moscú.
John era una persona simple con gustos simples, era de pelo corto y rubio y bastante lampiño en comparación con Axel Braun, un biólogo alemán que acompañó a John en su viaje.
La vida de John era bastante repetitiva: se levantaba, iba al mercado, regresaba, tomaba su desayuno, investigaba muestras en el microscopio con Axel, escribía en sus notas, comía la cena y se dormía cerca del fuego con una botella de Whiskey en mano, esta rutina siguió por los 4 meses que estuvo. Axel era más activo yendo frecuentemente en expediciones al monte Altvik (Альтвик) donde veía tigres siberianos, zorros árticos, lobos y otros animales.
En una de sus expediciones Axel escuchó un sonido fuerte, casi el mismo de un volcán en erupción, giró su cabeza y vió una montaña de nieve bajar rápidamente, los venados y lobos corrían alejándose de ese espacio, Axel se dio cuenta de esto y rápidamente bajó del monte. John en el estudio leyendo un libro con Whiskey en mano salió a ver el alboroto y se horrorizó al ver el ferrocarril Krestov en pedazos. Nadie podía salir ni entrar. Axel se reunió con John y vieron la devastación del pueblo.
Mientras el pueblo se estaba organizando, John y Axel conversaban sobre cómo iban a llegar a Inglaterra sin el ferrocarril, de pronto una mujer joven llamada Olga les dijo que hay una serie de cuevas llamadas Soprikosnoveniye so smert’yu (Соприкосновение со смертью. El toque con la muerte) que llevan a Schugratz, un pueblo minero mayormente alemán que tiene un ferrocarril hasta Moscú, el problema era que las cuevas eran muy inestables y podrían haber derrumbes mortales, además había aguas termales que alcanzan la temperatura de 117 grados Celsius.
Axel con su espíritu aventurero dijo,
-Sin problema, cuando yo estudiaba en Islandia había muchas aguas termales-. John dudó mucho de esta mujer, al fin y al cabo era la única opción para salir. -Muy bien, los veo pasado mañana en el mercado empacados y listos-, dijo Olga.
La mañana siguiente John y Axel fueron al mercado a comprar 17 Kilos de carne seca de venado.
– ¿No es mucho?-, preguntó John.
– Ya verás – dijo Axel.
También compraron bacalao curado, fruta seca, y un tarro de miel por la suma de 56 rublos. Ya en la casa John empacó su pata de conejo y una botella de whisky añejo para la buena suerte.
A la mañana siguiente Axel y John fueron al mercado donde Olga esperaba. -Ahí están, ¡llevo tres horas esperando, vamos es un camino largo!- dijo Olga.
En el camino Olga explicó que ella era de la familia Romanov, que era la familia de la realeza rusa, su padre era Alexi, el hermano del zar.
Sorprendido, Axel dijo -¿¡tu tío es el Zar⁉︎-.
-Sí, respondió Olga.
Enojado, Axel dijo -¿por qué estás aquí con nosotros este pueblo está lleno de aldeanos y desterrados?-.
-Porque soy una desterrada- dijo Olga.
-¿ Por qué fuiste desterrada? preguntó Axel.
-Aparentemente no les gusta cuando se menciona la guerra en la mesa, lo hice 17 veces-, dijo Olga.
Al llegar a la cueva el calor era inminente, ellos habían subestimado el reto. Entraron a la cueva y empezaron a cruzar, iba a ser un viaje de 17 días.
Cuatro días caminando y la temperatura subió.
-¿Por qué está tan caliente?, preguntó Axel.
-Ahhh se me olvidó decirles que la temperatura del aire es de 50 grados celsius-, dijo Olga.
-Tenemos que regresar inmediatamente, moriremos con esta temperatura-, dijo John.
Un sonido fuerte se escuchó por toda la cueva casi el mismo de un revólver siendo disparado, un derrumbe había ocurrido, los tres habían perdido la oportunidad de regresar.
Cada día que pasaba la temperatura subía más y más, al punto de que el bacalao y la carne sudaban. El día 12 el agua se acabó.
-Esto no puede estar pasando-, dijo Olga.
-¡Qué, qué!-, dijo John.
-Se acabó el agua- dijo Olga.
-¿Qué haremos?, dijo Axel.
-Nos tendremos que aguantar- dijo Olga.
Siguieron caminando cada vez más cansados y sedientos hasta que Axel colapsó en el día 14. -¡Ahh!, ¿está muerto?-, dijo John; Olga le tocó el cuello,
-No, pero si lo queremos vivo hay que movernos rápido- dijo.
Ya era el día 17, faltaban 2 kilómetros y un olor peculiar salió, era metano; miraron a su izquierda y vieron un canario amarillo muerto en el piso.
-¡Corre, dije corre, es metano, si no nos apuramos moriremos!
Corrieron lo más rápido posible pero muy tarde, colapsaron en el piso… Tres horas después los encontraron y solo uno se recuperó.
Al momento que escribo esto estoy en Inglaterra pagando tributo y memoria a mis compañeros caídos.
FIN