Título: Heridas curadas
Categoría: Secundaria / Cuento
Pseudónimo: El asesino en llamas
Andrés tenía 15 años, a punto de entrar a la preparatoria. Su madre manejaba con entusiasmo hacia la escuela, y su emoción era tan grande que sus ojos brillaban de felicidad. Aunque era querido por su familia, Andrés había enfrentado muchas dificultades en su vida. Su mayor deseo era encajar, pero su problema no era lo que decían los demás, sino lo que él pensaba de sí mismo. Había lidiado con la obesidad; podía correr, brincar y jugar deportes como cualquier niño de su edad. Su madre y su padre lo apoyaban incondicionalmente.
Desde pequeño, anhelaba ser “normal”, pero se dio cuenta de que no era como los demás. Su único deseo era encontrar a alguien en quien confiar y amar; ese alguien era Sofía, una compañera de clase que siempre le había gustado, pero debido a sus inseguridades, nunca tuvo el valor de hablarle. En la mañana de su primer día escolar, su madre lo animó, pero Andrés no podía dejar de pensar en lo que los demás dirían de su peso. Su corazón latía con fuerza y temblaba de ansiedad en el coche.
Mientras se acercaban a la escuela, su madre le dijo: “No te preocupes, hijo mío, todo saldrá bien”. Andrés miró a su madre y, aunque asustado, decidió entrar. Al ingresar al salón, vio a Sofía, pero dos bravucones, Rick y Alex, se interpusieron en su camino, empujándolo al suelo y vaciando su mochila, burlándose de él: “Toma eso, bola de grasa”. Aunque habían sido amigos de infancia, ahora se habían convertido en matones. Andrés, frustrado, no le contó a su madre para no preocuparla. Así transcurrió su año en la preparatoria, enfrentando el abuso físico y mental.
Ahora, Andrés tenía 18 años y estaba a punto de graduarse. Al llegar a casa, notó que ni su padre ni su madre habían regresado, y la preocupación empezó a asomarse. Después de una hora, oyó una sirena de policía, pero no le prestó atención. Cuando alguien tocó la puerta, su corazón dio un salto. Al abrir, dos policías le dieron la noticia que temía: “Lo sentimos, sus padres han tenido un accidente en el camino a casa”.
Andrés se sintió paralizado. En el sofá cercano, el mundo se desmoronó a su alrededor. Después de un momento, se recompuso y cerró la puerta, acurrucándose en la esquina, incapaz de creer lo que había sucedido. Se recordó a sí mismo que debía seguir adelante, porque eso era lo que sus padres hubieran querido.
Al día siguiente, fue su graduación. Mientras entraba al salón, los padres de sus compañeros estaban presentes, y él intentaba ocultar las lágrimas. Al salir, Sofía le tocó el hombro y le expresó sus condolencias. Por primera vez desde la tragedia, Andrés sonrió y le agradeció. Sin embargo, Rick y Alex lo miraron, comenzando a burlarse de él. En un intento de defenderlo, Sofía gritó: “¡Basta! Andrés ha sufrido una pérdida”.
Rick empujó a Sofía, lo que encendió la ira de Andrés. Sin pensarlo, le lanzó un puñetazo a Rick, pero pronto fue rodeado por sus compañeros, quienes le dieron una golpiza que lo dejó inconsciente, llevándolo al hospital. Cuando finalmente despertó, no recordaba nada. Al darse cuenta de que había estado en coma durante dos meses, sentía que no tenía un hogar al que regresar. Mirando una foto de sus padres en su coche, entendió que debía convertirse en alguien mejor y que lo haría por ellos.
Andrés comenzó su viaje para transformarse. Oyó hablar del sensei Benjamín, creador de la filosofía Shimiya, que se centra en el cambio y la mejora. Tras investigar, se enteró de la legendaria batalla del Khaat, donde Benjamín derrotó a Micha, un indestructible asesino ruso. Determinado, Andrés viajó a Japón para entrenar con él, pero Benjamín solo lo aceptaría si mostraba fuerza de voluntad ante desafíos inimaginables.
Durante un mes, Andrés soportó intensos sufrimientos, recordando que lo hacía por él y por sus padres. Benjamín, sorprendido por su determinación, decidió entrenarlo. Cada día se fatigaba más, y al final de cada jornada, reflexionaba sobre su progreso.
El tiempo pasó, y lo que parecía ser unos días se convirtió en meses. Un día, al buscar a Benjamín, lo encontró enfermo y debilitado. Devastado, Andrés le preguntó qué haría con su entrenamiento. Benjamín le aseguró que desde el momento en que llegó, estaba listo para regresar a su mundo; solo le faltaba creerlo.
Andrés emprendió su camino de regreso, intentando sobrellevar sus pérdidas. Al llegar, se enteró de una reunión de su generación y decidió asistir. En el bar, vio a Rick rodeado de chicas, burlándose de otros hombres. Andrés decidió no intervenir y murmurar un “para” sin revelar su identidad.
El día de la reunión, se sorprendió al ver que era en su antigua preparatoria. Al entrar, nadie lo reconoció hasta que le pidieron que subiera al escenario. Se presentó como el niño con sobrepeso que había sido objeto de burlas, y aseguró que ya no era el mismo.
Los murmullos comenzaron. Entonces, vio a Sofía y, por fin, tuvo el valor de acercarse a hablarle. Pero al hacerlo, la encontró abrazada por Rick. Decidido a no dejarlo pasar, lo confrontó. Rick se rio de él y, en un arrebato, Andrés lo empujó, desatando una pelea. Al ver a Sofía en peligro, su ira se desbordó, y al final, tras enfrentarse a Rick, ambos se dieron cuenta de que la verdadera fortaleza reside en la compasión y el respeto.