La tercera pregunta

Título: La tercera pregunta
Categoría: Secundaria / Cuento
Pseudónimo: Xontotzi

Hoy, en mi lecho de muerte, quiero contar una historia personal de la que aprendí mucho y cambió mi forma de ver las cosas, la historia va así:

Yo nací de una madre india y un padre español, lo que significaba que yo era un mestizo y no tenía tantos derechos como los peninsulares, pero más que los nativos. A mi padre no le gustaba hablar de mi madre ya que poco después de que yo naciera la habían asesinado unos hombres de su propia sangre por haberse enamorado de mi padre. 

Vivíamos en un pueblo cerca de la costa de “El Golfo”. España nos había conquistado hacía varios años pero había dejado un mestizo en el poder, así que los lugareños no se habían rebelado.

Mi padre al ser de España estaba empeñado en que aprendiera todo lo que tenía que ver con los filósofos: su nacimiento, su muerte, sus pensamientos, sus preguntas filosóficas, etc.

Yo era un buen estudiante, siempre le prestaba atención y aprendía rápido, pero en el fondo nada de esa filosofía me importaba, yo quería ir a la escuela como el resto de los niños de mi pueblo, jugar en la plaza con el resto de mis compañeros; pero en lugar de eso, estaba con mi padre estudiando.  

A los quince años  empecé a escaparme de casa, aprovechaba cuando mi padre se iba de fiesta con sus amigos y me aseguraba de regresar antes que él.  Así fue como conocí a la mujer con la que me casaría, se llamaba Xunán. Ella era una totonaca de sangre pura y era muy graciosa, seguí escapandome para verla hasta que un día decidí que le iba a decir a mi padre que me quería casar. La verdad es que que al principio me daba miedo hacerlo porque temía que se enojara conmigo, pero poco a poco, fui armándome de valor y una tarde que estaba de buen humor después de una de sus fiestas peninsulares le dije: “Padre, me quiero casar con Xunán”. La cara de mi padre fue de radiante a enojado a más no poder, me empezó a gritar y en ese momento todo el resentimiento que sentía hacia mi padre se liberó.  

 Le grité cosas de las que hoy en día me arrepiento y al final acabé marchándome de mi casa. 

Tres días después Xunán y yo nos casamos. En nuestro pueblo era una costumbre que los padres de los que se iban a casar debían decir algo sobre su hijo o hija. Pasaron los padres de Xunán y luego le tocó a mi padre quien dijo: “yo solo sé que no sé nada de lo que se ha convertido mi hijo, así que no hablaré.”  No me lo podía creer, me sentí traicionado y le grité que renunciaba a ser su hijo para siempre. Algo se rompió en el interior de mi padre, cayó de rodillas y luego al piso y ya no se volvió a levantar ya que un minuto después su respiración se detuvo.

Me mudé a casa de mi padre el día después de la boda, dormía en mi cuarto, no quería volver a adentrarme en el único otro cuarto que había, que era el de mi padre, así que el cuarto se había quedado tal cual como lo había dejado él. Cada vez que pensaba en entrar me invadía el recuerdo de él gritandome y no me atrevía a hacerlo.  Yo pensaba que por fin iba a tener una buena vida y la tuve por un mes porque justo después llegó desde el mar un barco de piratas griegos y nos empezaron a atacar. No tuvimos ninguna oportunidad de defendernos, mataron a nuestro líder y cuando ya habían conquistado todo el pueblo un intérprete dijo: “ venimos con el propósito de conquistar esta tierra y sacarlos a ustedes de ella, pero como somos tan piadosos les haremos tres preguntas y si las contestan, se quedarán con su tierra, y si no, tendrán que irse y no regresar jamás”.

Hubo un murmullo de preocupación entre el público, el intérprete pidió silencio y enunció la primera pregunta “¿Qué países están al lado de España?”. Esa pregunta era fácil  “Francia y Portugal” dijo alguien que no alcancé a reconocer.  “Segunda pregunta” dijo el intérprete “¿qué significa xontotzi en náhuatl?” “Loco” dijo el único hablante de náhuatl en la aldea.  “Última pregunta: ¿por qué no puedes cruzar el mismo río más de una vez?”  Esta vez todo el mundo se quedó callado.  Los piratas sonrieron y el intérprete dijo “tienen de aquí a dentro de dos días para responder. Si no responden ya saben que va a pasar y ahora regresen a sus casas. Si vemos a alguien afuera lo mataremos”. 

A la mañana siguiente nos congregamos en la plaza esperando que alguien tuviera la respuesta pero una vez más, silencio. Regresé a mi casa apesadumbrado y empecé a empacar mis cosas, cuando de repente me encontré con el libro de filosofía de mi papá. Lo levanté dispuesto a tirarlo a la basura cuando de repente, del libro salió una nota que decía “querido hijo, para cuando leas esto probablemente ya habrás terminado el libro de filosofía. Sé que te has escapado de casa cada vez que voy a mis fiestas y confío en que harás lo que es correcto. Quiero que sepas que siempre te he querido igual que a tu mamá.”  Se me llenaron los ojos de lágrimas, él sabía que me escapaba y no me había dicho nada, yo a cambio le había gritado y me había enojado con él.

Muy triste y avergonzado de mi comportamiento decidí abrir el libro y hojearlo. Leí sobre Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Parménides y Heráclito cuando de repente me fije en una de sus frases más famosas en que decía: “no puedes descender dos veces al mismo río porque ni tu ni el río son los mismos”.  Mi corazón empezó a latir muy fuerte, emocionado salí corriendo de la casa para buscar a los piratas. 

Los encontré en la casa del jefe de la aldea atragantándose de nuestras cosechas y riéndose de algún chiste. Cuando de repente el intérprete me vio y dijo: “¿qué haces aquí?” “vengo a responder a su pregunta, no se puede cruzar el mismo río dos veces porque ni tú ni él rió son los mismos” dije. Todos los piratas se quedaron estupefactos, luego se enojaron y finalmente tuvieron que aceptar su derrota. A la tarde siguiente los piratas se fueron y todos celebramos una fiesta. Al regresar a casa mis pies me llevaron hacia el cuarto de mi padre y por primera vez decidí abrir la puerta.

Allí es donde estoy ahora, después de muchos años de vivir y de muchas aventuras. A veces he extrañado a mi padre pero como dijo Demócrito “cuando un cuerpo muere sus átomos se van a formar otra cosa” así que sé que siempre estará conmigo de alguna manera.