Sasa
No te diste cuenta, ¿verdad?
No te diste cuenta cuando fingiste estar dormida en el coche,
sólo para que tu mamá te llevara a la cama por última vez.
No te diste cuenta cuando corriste a la puerta y gritaste,
“¡Papi ya llegaste!”,
y él te levantó y te giró por última vez.
No te diste cuenta cuando la lluvia borró tus dibujos
y nunca volviste a colorear el piso otra vez.
No te diste cuenta que, después de bailar bajo la lluvia
y saltar en los charcos,
empezaste a preocuparte por el maquillaje
y por no arruinarte el cabello,
y nunca volviste a salir.
No te diste cuenta cuando colgaste esos teléfonos de plástico
y nunca volviste a abrir uno.
Ahora tienes uno real,
y ya no es un juguete,
es una adicción.
No te diste cuenta cuando te pusiste los zapatos
después de jugar en la piscina de pelotas,
y nunca más los volviste a quitar.
No te diste cuenta cuando comiste helado por última vez sin contar calorías en tu cabeza.
No te diste cuenta cuando dejaste de creer en el ratón de los dientes,
cuando la magia fue reemplazada
por listas de deseos como maquillaje, zapatos, bolsas…
No te diste cuenta cuando dejaste de creer,
hasta que el miedo vivía bajo tu cama
y empezó a aparecer en el reflejo de tu espejo.
No te diste cuenta cuando bailaste en tu escuela para el día de las madres por última vez,
cuando recibiste tu último trofeo de participación,
cuando te peleaste con tu hermano en un viaje largo para ver quién tenía el celular de mamá
TODO por última vez.
Tuviste tus últimos juegos con las Barbies.
Tuviste tus últimas noches de películas de Disney con tu familia.
No te diste cuenta de que los abuelos no duran para siempre.
No te diste cuenta de que tus padres también estaban creciendo.
No te diste cuenta, ¿verdad?
No te diste cuenta de que creciste.
Pero lo notas ahora, ¿verdad?
Lo notas cada vez que te miras al espejo,
y te sorprendes porque tu reflejo ya no es familiar.
Te ves mayor.
Te ves cansada.
Parece que han pasado siglos
desde que dejaste volar tu imaginación.
Parece que ya no recuerdas lo que es ser una niña chiquita.
Y lo notas cada vez que miras fotos,
y notas que tienes la edad que tu versión pequeña siempre deseó.
Y te das cuenta de que nunca pensaste
que llegarías tan lejos.
Ser una “niña grande” no era tan fascinante
como los juegos que solías jugar y siempre decías con tus primas “ya quiero ser una niña grande”
Pero aquí estás,
y ahora te das cuenta, ¿verdad?
Que el tiempo pasa demasiado rápido.
Debes hacer todo lo que puedas para aprovechar este momento,
porque si no abres los ojos,
parpadearás y te darás cuenta de que nunca notaste
qué tan rápido se estaba yendo el tiempo.