Título: PARTE DEL UNIVERSO
Categoría: CUENTO ABIERTA
Pseudónimo: EL CUARTO OJO
Entonces fué cuando sucedió, me agarró del cuello y me besó. Mi anhelo milenario llegó a un fin cuando sentí sus labios posarse sobre los míos en un movimiento de brutalidad. Pude sentir cada movimiento que sus ágiles músculos hacían cuando su cara se retorcía a mi ritmo y sabor. Sentí la sábia del paraíso salir de su boca y entrar a la mía con cada instante que pasaba. Su mano libre tocó mi cadera surgiendo electricidad que recorría mi cuerpo desde el punto de contacto haciéndome temblar.
Este anhelo no era algo nuevo, llevaba todo una vida trabajando para este momento. Durante tiempos fáciles y difíciles lo que me mantuvo moviéndome hacia adelante es lo que me esperaba en ese mismo cuarto en unos minutos, el acogerlo dentro de mi y permitirme ser parte de su ser. Dejándome ser parte del universo.
Algunos creyeron que estaba loca, que simplemente era una fanática. Estaba por probar mudas sus teorías. Se acercaron nuestros pechos. Puede sentir la incandescencia que era generada en el centro de su cuerpo calentando y humectando con sudor mi piel, su respiración que ahora se exaltaba dictando la marea de nuestra unión carnal y espiritual.
Desde que en mi adolescencia me percaté de su existencia mi sueño ha existido, desde que entendí las implicaciones de cumplirlo se ha convertido en fervor. El conseguir información sobre un dios olvidado no es algo sencillo, después de todo he tenido que trabajar arduamente para poder tener una oportunidad de que se interese en mí. Pero la posibilidad de volverme parte de algo importante, algo… eterno. Dejar atrás esta vida para pasar a ser parte de una mayor.
Presionó en mi cuello guiándome hasta que mi espalda pegó bruscamente sobre la pared y un ligero sabor a sangre se esparció por mi boca. Pasé mi mano sobre su pálido cuello, continuó en movimiento hasta llegar a su cabello, mordí su labio inferior y jalé. Su labio se estiró como goma y un pequeño gemido salió de mi garganta.
Lo busqué durante meses, lo busqué durante años. Lo busqué en la naturaleza, lo busqué en su templo. Lo busqué en un rito y lo busqué escrito. Pero al final lo encontré en mi corazón y lo encontré en la fiesta cuando la luna roja se alzó.
Removió los tirantes del vestido de mis hombros, se reveló al aire mi corset y sentí sus dedos recorrer mi piel desnuda. El sentimiento de sus labios sobre mi cuello limpiaba mis pensamientos como la lluvia limpia el aire. Su mano que estaba en mi cintura se deslizó a mi muslo el cual subí para recibir su contacto.
Me agarró de la cintura con ambos brazos, me elevó del piso y me lanzó a la cama en el centro del cuarto. Me había imaginado durante años esta escena ocurriendo en un campo de flores blancas bajo la luz de una luna llena de color, sinembargo si este iba a ser el momento y el lugar no tenía ningún recato. Era infinitamente feliz simplemente con lograrlo, lo otro también me hubiera traído felicidad ¿Pero qué es una gota más de felicidad dentro de un océano infinito?
Intentando disfrutar el momento dejé que él me quitara los zapatos. Quería saborear hasta el tuétano de este momento. No estaba dispuesta a dejar los huesos sin haberles lamido cada milésima de sabor antes.
Una vez que lo encontré, lo tuve que convencer que lo hiciera. Decía que no quería que una llama tan brillante se apague en un suspiro y un gemido, que alguien tan devota le hubiera servido más en vida y muerte que volviéndose parte de él. Pero yo no quería eso, no me interesaba servirle. Mi meta siempre fué clara, mi resolución absoluta ¿Qué punto tenía poder convivir con la luz si una no podía ser parte de ella?. No, no… Lo que yo quería no era afección ni poder, no era ni siquiera conocimiento. Simplemente quería ser parte del todo, unirme a la cuadrícula que forma la red del cosmos para poder apreciarlo desde fuera siendo parte de él.
Lo siguiente que dejó mi cuerpo fueron las mallas. Me las quitó delicadamente aliviando la presión constante en mis piernas, besando la piel desnuda que dejaban atrás. La anticipación me estaba matando, pero no podía dejar que me quite la vida. Después de todo esa ya se la había prometido a otro.
Me senté en la orilla de la cama lentamente. La antigüedad y experiencia del joven que me acompañaba se podía apreciar en la sutileza de sus actos, la forma en la que me veía a los ojos cuando me tocaba, la delicadeza que enseñaba contrastaba con los impulsos de su naturaleza. La forma que se puso detrás de mí para desabrochar mi vestido, los besos en el cuello y en los hombros cuando despegó el encaje de mi piel.
Desde el momento que vi su sonrisa brillante y sus ojos tristes me dí cuenta que era el indicado ¿Quién mejor para devorarme que alguién que lo va a hacer con remordimiento? Alguien que va a hacer ese el mejor momento de mi vida pues no lo considera necesario. Alguien que lo hace por mí placer y no por él. Alguien que me va a traer placer el saber que lo controlé. Que mi voluntad fue más fuerte.
Me puse de pié dejando caer el vestido al suelo, él me acompañó poniéndonos frente a frente y extendió su mano para que me apoye en él cuándo pise fuera de la tela. Me aferré a su pecho con un brico y comencé a desabrochar los botones de su camisa de seda. Con cada botón que desabrochaba la temblorina de mis manos empeoraba hasta que para el último necesité que él me ayudará a estabilizarlas con las suyas. Le devolví el favor quitándosela lenta y apasionadamente.
Convencerlo no fué fácil, sus argumentos eran buenos, sus penas pesadas y claramente quería protegerme como si fuera una niña pequeña que no sabía en lo que se estaba metiendo ¿Que podía esperar? Para uno tan antiguo como él, mis décadas son pocas. No iba a dejar que eso me pare. La decisión era mía.
Su piel brillaba como una montaña de polvo de diamante, extremidades invisibles deshicieron el nudo de mi corset y aflojaron sus hilos, mientras que sus manos quitaban los broches y dejaban mis pechos a la intemperie. Se acercó a mí y me acogió entre sus brazos temblorosos, recargue mi cabeza en su pecho y por unos momentos simplemente aprecié el calor de su cuerpo siendo transfiriendo al mío. Le mordí el hombro y lo empujé en el pecho de regreso a la cama. Le quité los zapatos y los calcetines asegurándome de besar la piel que se revelaba de cada pie. Me puse de rodillas, desabroché su cinturón y después sus pantalones, tuve el cuidado de quitarlos con la misma delicadeza con la que él me desvistió.
Me senté junto de él, lo miré directamente a esos ojos suaves, lo besé profundamente, tan profundo como el negro del espacio entre estrellas, con tanta pasión como un pintor acabando su obra maestra. Sentí sus cientos de manos en mi cuerpo, cada par con otra textura. Sentí su piel chocar con la mía como si estuviera intentando acogerlo completamente dentro de mí. Hasta que se me acabó la respiración y tuve que resurgir por oxígeno.
Con una caída planeada en un abrazo estábamos acostados en la cama entrelazados. Mi meta estaba por cumplirse, mi deseo por convertirse en realidad.
Pegué mi cuerpo al suyo rodeando su torso con mis brazos bruscamente y lo besé una vez más asegurándole que estaba lista. La preocupación no dejó ni por un segundo sus ojos pero aún así cumplió con mi solicitud cariñosamente.
Sentí humedad entre mis piernas y un placer exorbitante comenzar, mis piés se sentían como si los hubiera acogido el centro de una estrella. Voltee abajo para ver que había comenzado. Sus piernas se habían abierto como bocas y comenzaron a devorarme desde los piés. Su interior era como el interior de mi mejilla y me comenzaba a asimilar dentro de él. Primero sus piernas estaban encima de las mías, después sus caderas me comenzaron a tragar. el proceso era lento, era delicado, era… sensual. Me producía más placer cada centímetro de carne mía que se había fundido con la suya que la amalgamación de placeres que había sentido en mi vida entera.
Poco a poco me consumía, mis dedos que habían estado entrelazados con los suyos ya eran nuestros, las muñecas se juntaron en las mismas. Lo único que nos separaba era el torso y la cabeza los cuáles teníamos pegados sin estar aún unidos.
Su pecho se abrió a la mitad, sus costillas se separaron como dos filas de dientes en una boca, pude ver su corazón brillando verde cian con partículas orbitando a su alrededor. Sentí las puntas de sus costillas recargarse en mi espalda desnuda.
Cuando mi pecho hizo contacto con el interior del suyo me llenó del calor que emanaba de su corazón, ese calor reconfortante el cual nunca más tendría que dejar y me consumía milímetro por milímetro.
Con un último beso me consumió. Me volví parte de un tercer ojo. Parte de una entidad que nació de una estrella nunca creada, la cual se alimentó de vida no sembrada y narró las historias no contadas. Me volví parte del todo. Parte del universo.